Hace ya tiempo que el sentido común parece haber caído en desuso. La cuarentena y la pandemia exageraron su destierro del lenguaje cotidiano.
Las conversaciones sobre cualquier tema, en casi cualquier contexto pasan muy rápidamente a discusiones que se organizan a partir de alguien que sostiene: “es así, y hay que hacer tal y cual cosa” y alguien que responde: “no es así, y haré lo que quiera”.
Parecen discusiones que sostienen la verdad (arbitraria) del DEBER y la verdad (arbitraria) del QUERER. Órdenes vs deseos.
Una de las mejores definiciones de sentido común es la capacidad de ver las cosas tal cual son y hacer las cosas que hay que hacer frente a esa realidad tal cual es (confirmada por datos fidedignos). Capacidad que es compartida por la mayoría de las personas que usan la capacidad de observar, de percibir la realidad a través de los sentidos sin pasar lo observado por el cristal de las ideologías, de las opiniones, los preconceptos, de los deseos o las aversiones personales, me gusta o no me gusta.
El sentido común, la ecuanimidad compartida, es una de las actividades humanas más necesarias en este momento de grietas y polarizaciones que sólo nos hunden más en los agujeros negros de la incertidumbre.