Probablemente uno de los aprendizajes más valiosos que nos deja la crisis social y económica causada por la pandemia es que el ser humano sobrevive por su capacidad de adaptación a los cambios. Lo único constante en la historia de la humanidad son los cambios. Sobre todos los inesperados. Tanto de la naturaleza como los de la propia sociedad humana.
Entonces, la dicotomía entre una escolaridad preparada para que nuestros hijos sean felices y una escolaridad preparada para formar hombres y mujeres muy bien informados tendría que resolverse con una tercera opción. Una escolaridad que forme seres pensantes, capaces de utilizar su imaginación y sus capacidades creativas para idear soluciones adaptativas en situaciones de cambios imprevistos.
Se necesita una escolaridad que ofrezca a los niños la información adecuada para formular las preguntas pertinentes, esenciales, que les permitirán a ellos, futuros adultos, encontrar respuestas originales y eficientes. Preguntas que los ayuden a orientar la búsqueda de la información necesaria para comprender problemas nuevos. Preguntas que los lleven a encontrar las respuestas que necesitarán para enfrentar los nuevos desafíos de la naturaleza y la propia sociedad.