Nunca como ahora el conflicto entre lo que necesita el individuo y lo que necesita la sociedad, entre el deseo de la libertad personal para hacer lo que “yo” creo que es la mejor manera de cuidarme y el deseo de recibir el abrazo de un “otro” que me haga sentir que pertenezco, fue tan evidente.
La frase del Talmud hace referencia a la necesidad de ser para mí, porque si no, ¿quién lo será? Pero también pregunta si soy sólo para mí, ¿qué soy?
Emanuel Levinas ayuda a entender que el ser humano se construye exactamente en la relación entre el ser para mí y el vínculo con el otro. Lo que nos hace ser algo más que sólo un “ser viviente” es precisamente la construcción de nuestra existencia a partir de la interacción con la pertenencia a la comunidad que nos constituye.
No hay forma de ser “ser humano” si no resolvemos esa falsa dicotomía: no hay yo sin el otro, no hay el otro sin mí.