Deborah nacida en Brasil escribió:
Creo que la infancia fue la época más difícil de mi vida. Me habían depositado en este mundo raro y tuve que aprender cómo vivían estos extraterrestres. Honestamente, siempre estaba esperando que aterrizara la nave espacial y que me dijeran: experiencia terminada. Puedes volver a casa ahora.
Uno de mis primeros recuerdos – probablemente tenía 2 años – es estar sentada alrededor de la mesa con mi madre y abuela. En ese momento creía que todos en este mundo tenían un trabajo, puesto, un título. Mi madre había sido designada como tal al igual que mi abuela. Recuerdo que me sorprendió escuchar que mi madre le decía “mamá” a mi abuela. También recuerdo preguntar por qué mi abuela era la mamá de mi mamá. Pensaba que era sólo mi abuela. No era posible que tuviera otro trabajo. Todos me miraron perplejos y mi madre me dijo que no era posible que ella fuera mi abuela sin ser primero su mamá.
¡Estaba indignada! Mi madre me quitó a mi abuela. Sentía que como primero era su mamá, ella no estaría interesada en hacer su trabajo de abuela correctamente… Esto me lleva a mi madre…
No voy a analizar aquí porque mi madre actuaba de ciertas maneras o intentaba explicar sus sentimientos o su vida antes de tenerme. Esto será discutido en otro lugar, quizás en otros 3 o 4 libros. Sólo voy a tratar de explicar cómo se sentían las acciones u omisiones, desde mi punto de vista pequeño y egoísta.
No recuerdo a mi madre abrazando o besándome. La recuerdo sosteniendo a mis hermanas y hermano. Recuerdo pensar que, si tenía suficiente paciencia, luego de abrazar y sostener a todos los demás, me tocaría a mí… pues… nunca me tocó. No era mala. Simplemente no se daba cuenta. Siempre había algo importante que ella tenía que hacer. Yo era la mayor. Tenía la obligación no solo de entenderla, sino también de ayudarla. Entonces, supuse que había algo malo conmigo. Después de todo, ella abrazaba y sostenía a mis hermanos.
Recuerdo, para tener un pequeño abrazo de mi madre, me iba a lo profundo del mar cuando íbamos a la playa. Era buena nadadora y a esa edad uno no tiene idea del peligro. Entonces, mi madre me decía que esperara, ella venía conmigo y por unos minutos, ella me sostenía cuando mis pies ya no tocaban el fondo.
Cuando todo lo demás en tierra seca fallaba, trataba de ser buena, de sobresalir en la escuela. A los 5 mi hobby era leer enciclopedias y diccionarios. Estaba un año adelantada en mi clase y la mejor alumna, lo que no me hacía demasiado popular con mis compañeros. Probablemente por esto es que no tengo ninguna conexión con ellos.
Esto me trajo algunos aplausos de mis padres y una sensación de orgullo para ellos, pero ningún abrazo para mí…
Lo que estaba mal todavía estaba ahí y seguía estando mal.
Me encantaba ver TV. Supongo que al mirar a distintos personajes, en distintas situaciones, podía descifrar lo que yo estaba haciendo mal. Disfrutaba especialmente las películas de terror, las clásicas como Frankenstein, Drácula, el Hombre-lobo. Ellos tampoco encajaban. También añoraban amor. Y había una explicación extraordinaria para su condición que no era culpa de ellos. También estaba el lado espiritual. Lo bueno versus lo malo. La victoria constante del bueno.
Mirar TV hacía que me analizara a mí misma. ¿Cómo hubiera reaccionado en la misma situación? Yo decía: ella es demasiado débil. Ella es demasiado atrevida. Ella es muy valiente. Yo vivía todas esas situaciones y al hacerlo, aprendí desde muy chica a empatizar con los demás, a ponerme en el lugar del otro. Y como yo pensaba que los otros esperaban que yo actuara y reaccionara.
Tenía 6 o 7 años y un vecino me había regalado un pequeño Chihuahua blanco. Recuerdo abrir la caja y mi madre estaba a mi lado. Pensé que ella se pondría contenta si yo actuaba sorprendida. Entonces, con mi mejor cara ganadora de un Oscar, abría la caja, la miré y dije: ¡Está vivo! Con una gran sonrisa…
¡Bingo! De eso habló la familiar por una semana. ¡Me reía por dentro porque había aprendido a manipular a mi familia! Poco sabía yo que, a la larga, esta alegría se transformaría en un sentimiento de culpa.